Sr. Ministro, no se qué me ocurre que cada vez que usted aparece en televisión con esa media sonrisa instalada en su rostro, e intenta explicar los motivos de su trabajo como Ministro de los asuntos exteriores de España, me temo lo peor. Tampoco esta vez me ha defraudado. Su visita a Cuba “no es para la foto oportuna con Fariñas” respondía usted al periodista que lo interpelaba, “a Fariñas habría que decirle que dejara la huelga, que ya ha conseguido que la opinión internacional sepa cuál es la… situación en Cuba”. Encontró usted la palabra con dificultad.
¿La situación? ¿Pero Sr. Ministro, la situación es conocida perfectamente por la Comunidad Internacional, por eso la UE no ha querido firmar bajo mandato de España la Posición Común y les dado una tregua hasta septiembre lejos ya de sus influencias presidenciales como valedores de los Castro.
Usted viaja a Cuba en misión humanitaria, por si el Sr. Castro le regala la excarcelación de algún preso de conciencia. ¿Entrevistarse con la disidencia? De eso nada. ¿Visitar a Fariñas, moribundo tras cuatro meses de huelga de hambre? Menos que menos. Y de nuevo la vergüenza de sus argumentos porque, Sr. Ministro, pensar que la piedad, la solidaridad o el compromiso con la libertad es oportunista es, cuanto menos, una vergüenza. Fariñas se deja morir por algo tan noble como pedir la libertad de sus compañeros enfermos en las cárceles de Cuba. Su oportunidad, la de Fariñas, es que el mundo vuelva sus ojos a Cuba, que los presos de conciencia tengan nombre, además de número, que se conozca su aberrante situación y el trato que sufren en las cárceles como prisioneros de conciencia que son. Y usted, Sr. Ministro, le da la espalda a este hombre y a su realidad. Y conste que yo no quiero huelgas de hambre, ni más sacrificios humanos. Que a Fariñas lo queremos vivo. Pero Sr. Moratinos, nos gustaría como españoles que usted aplicase el refranero nacional al menos esta vez, y llamase al pan, pan y al vino, vino. Es decir, en vez de embarcarse en discursos llenos de palabras como diálogo, oportunidad, sosiego, tiempo al tiempo… y con algún contratiempo (de esto menos naturalmente), para explicar sus relaciones con el gobierno cubano, nos gustaría que usted aplicase la misma doctrina que aplicaron los socialistas para el Chile de Pinochet, o la Sudáfrica del Apartheid. Poco más, Sr. Moratinos, igualdad de trato para Cuba. La disidencia hay que tenerla en cuenta siempre, sobre todo esta disidencia pacífica que reclama derechos y libertades sin atisbo alguno de violencia.
Los presos de conciencia (debe usted aprenderse algunos nombres) Óscar Elías Biscet, Sigler Amaya, espejo vivo aunque maltrecho de lo que significa el presidio político en Cuba, Ángel Escobedo Morales, Alberto Perez Aguilera, Abel López Pérez, Ernesto Mederos… y así hasta 167, no pueden ser mercancía de cambio. Usted, Sr. Ministro, no sólo debe pedir su libertad, es que debería exigirla. Los derechos humanos no van a mejorar con la ex carcelación de algunos presos, y este trueque es indigno de un político serio y de una democracia consolidada como la española. Este sí, este no, aquel ahora, el otro más adelante… Qué bochorno de política, ministro.
en una época donde los valores se han relativizado y en lugar de ellos hablamos de códigos (como en la mafia), ejemplos como los de los disidentes cubanos y todos aquellos que defienden su causa, hablan a las claras que no todo está perdido. “Contra toda esperanza” hay que seguir denunciando las atrociadedes del régimen castrista.